Hasta hace unas décadas se paría en las casas. El progreso trasladó el parto a los hospitales. Con el cambio, la mujer ganó seguridad pero los alumbramientos se estandarizaron. Desde hace algunos años han surgido con fuerza tendencias que intentan volver a humanizar el parto. "Nosotros tratamos de ofrecerle a la mujer la confianza y el calor del hogar con la seguridad del hospital", resume Antonia Arenas, la enfermera que supervisa las urgencias de Ginecología del Clínico.

Y ese es el parto que se está imponiendo, el que combina lo bueno de cada época. Pero no está exento de polémica porque la mujer tiene derecho a elegir cómo quiere dar a luz. Hay muchas opciones y los detalles son necesarios para entender las discrepancias que puede suscitar: con o sin rasurado, con o sin enema, con rotura de bolsa o no, con o sin episiotomía, con o sin epidural, con o sin oxitocina, con el padre dentro del quirófano en la cesárea o no... Un sinfín de alternativas a las que hay que sumar el tratamiento que la madre quiere para su hijo.

La mujer plasma por escrito sus deseos y eso constituye su plan de parto, que luego debe presentar en el registro del hospital. Así dará a luz casi a la carta. La iniciativa es buena, pero hay muchas opiniones. Las de ginecólogos, anestesistas, matronas, gestores, políticos, parturientas y familiares. Y en medio, dos vidas; la de la madre y la del hijo. La polémica está servida.

De momento, esta novedad asistencial no está provocando muchos dolores de cabeza a los profesionales porque pocas mujeres lo piden. En el Materno, de 130 partos a la semana sólo lo solicitan unas tres. En el de Marbella la aplicación va más adelantada porque hay una mayor proporción de embarazadas inglesas que lo demandan. El Materno ya ha constituido un grupo de trabajo para avanzar en su aplicación. Los profesionales de los centros hospitalarios malagueños coinciden en que muchas de las mejoras tendentes a personalizar el parto ya se venían aplicando.

Una matrona explicaba que la medida es una respuesta al "excesivo intervencionismo en los partos" y abogaba -como todos los profesionales consultados- por no caer ahora en el extremo contrario. Un profesional daba un ejemplo claro. Una mujer en su plan de parto puede pedir que no se le ponga un catéter en la vena porque no sabe que si la cosa se complica, los segundos que hay que perder para colocárselo pueden ser importantes. Otra profesional apuntaba que hay madres que en ese plan de parto piden que al niño no le pongan un colirio tras nacer. Desconocen que pueden evitarle una infección que le cause hasta ceguera. Así hay defensores y detractores de todas y cada una de las prácticas que se llevan a cabo en los paritorios.

Y además del madre y el niño, están los profesionales. Estos deben intentar respetar los deseos de la mujer, pero sin dar lugar a errores. Porque en sus manos tienen dos vidas y su carrera. Los obstetras son los médicos que pagan los seguros más caros y los más demandados después de los cirujanos estéticos. Hay profesionales que reconocen que el excesivo intervencionismo en los partos en cierta medida obedece a la medicina defensiva que se hace, al temor que el más mínimo error derive en una denuncia.

Dos matronas coincidían en otro matiz no menos importante: los partos naturales son más lentos. Por tanto, requieren más recursos.

El coordinador de urgencias de Ginecología del Clínico, Diego González, se mostraba partidario de que la mujer decida sobre el momento más hermoso y clave de su vida, pero acotaba que los profesionales no pueden tener las manos atadas: "Hay que ser mesurado y no ya por problemas legales, sino porque no se pueden poner en riesgo dos vidas. Por encima de tendencias sociales, de los deseos de la madre, de promesas políticas está la seguridad de dos vidas". Lo cierto es que las mujeres suelen añadir en su plan de parto que supeditan sus deseos al criterio profesional. Y eso piden todos, sensatez.