ELPAIS.com Edición impresa Cataluña CRÓNICA: LA CRÓNICA
Parásitos llenos de amor
SANTIAGO RONCAGLIOLO 06/04/2008
Las 12 mujeres presentes ostentan sus enormes barrigas como una señal de
triunfo, la demostración fehaciente de su superioridad de género. En cambio, los
12 caballeros que las acompañan se ven incómodos, fuera de lugar, como fláccidos
accesorios de la procreación, como daños colaterales con pantalones y pelos en
la cara.
Habitualmente, el local de cursos de preparto tiene el suelo cubierto de
colchonetas donde las mujeres hacen ejercicios de suelo pélvico y respiración.
Pero hoy, "el día de los hombres", las colchonetas se amontonan en un rincón.
Esto es una clase teórica. Nos pondrán un vídeo. Haremos preguntas. Y si nos
portamos bien, nos regalarán chupetes y baberos a la salida.
La clase tarda un poco en comenzar, debido a la larga cola de mujeres en la
puerta del baño. Los bebés roban sitio de donde pueden. La vejiga es su víctima
preferida.
La comadrona que nos dará el curso lleva botas, un leotardo con la inscripción
"la vida es chula" y un jersey rosa escotado. Nos sonríe piadosamente porque
conoce nuestras debilidades mejor que nosotros. Pero por eso mismo, su presencia
impone. Siento que estoy ante una comadrona fatale, una dominatrix de la
obstetricia.
-Muchos padres -dice-, cuando oyen la palabra contracción corren, se aterran,
gritan y llaman a una ambulancia. Bueno, no hace falta ¿Vale? Pueden pasar 10
horas desde las primeras contracciones hasta el parto. Hay tiempo.
Para mostrarnos gráficamente las fases del nacimiento, emplea una pelvis de
plástico habitada con un útero y un bebé a escala real. Es como un juguete de La
familia Adams. Cuando coloca la vagina y muestra el tamaño que llega a adquirir,
un gemido nervioso recorre la sala.
A continuación viene el vídeo didáctico. La primera imagen muestra un grupo de
espermatozoides nadando hacia su objetivo, como para recordar a los caballeros
su efímero y científicamente prescindible papel en todo esto. Pero la película
gana vida con la aparición de la pareja protagonista. La pareja entra en escena
desnuda, morena ella, rubio él, conversando apaciblemente. De fondo se ve la
concepción biológica. Salta a la vista que esos dos carecen de cualquier tipo de
química sexual. Parece que están hablando del clima.
Nueve meses después de que el niño entre en el útero, llega la hora de sacarlo
de ahí. Vemos a la pareja tomando el té en su salón. De repente, la chica
comienza a soplar y él mira el reloj. Parece que quiere irse. Siguiendo las
recomendaciones de la voz en off, se toman las cosas con calma: ella se ducha y
él va a prepararse un sándwich. Cuando al fin llegan a la clínica, conversan con
un doctor. La única señal de que ella está por dar a luz es que no deja de
soplar en ningún momento. Finalmente, se ve el parto: el doctor saca de la mujer
a un bebé morado. El marido sonríe.
Termina el vídeo. La comadrona se ofrece a atender las preguntas del público. Se
hace el silencio en la sala. Es posible que los hombres estemos confusos ante la
constatación de que los bebés son morados.
-¿De verdad nadie tiene ninguna pregunta?
De verdad.
-Bueno, pues básicamente, recordad: vuestro papel es muy importante
emocionalmente. Y lo es antes, durante y también después del parto, cuando
vuestras esposas se convertirán en un restaurante abierto las 24 horas del día.
Sed cariñosos, besadlas mucho. Vuestra principal misión es darles amor.
Todo el mundo parece sentirse muy aliviado al oír eso. Es un papel a nuestra
altura.
Antes de salir, se repite la cola del baño. Mientras espero a mi esposa, un
joven me comenta:
-De verdad, envidio a las mujeres. Me gustaría sentir lo que ellas sienten. Me
gustaría dar a luz una vida.
-¿Y cargarla nueve meses, aumentar 15 kilos, vomitar, no poder beber ni fumar?
-No, eso no. Sólo parir.
Me gustaría decirle que lo noto concienciado, que el curso ha obrado milagros en
él, que es un hombre sensible a las necesidades de su pareja. Pero me tengo que
ir. En la puerta están regalando chupetes y baberos.